«Estaba en casa, sin hacer nada, y pensé que podía hacer algo para ayudar»

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Juan Poole es uno de los 29 voluntarios que colaboran con la entidad

BEATRIZ ANTÓN
FERROL

La pandemia redujo a la mitad el número de voluntarios de la Cocina Económica debido a que algunos son pacientes de riesgo o conviven con personas que lo son. Pasaron de 48 a 24, pero, tras el bajón, la cifra logró remontar hasta los 29 gracias a la llegada de nuevos refuerzos, como Juan Poole, que el pasado mes de noviembre decidió hacerse voluntario de la entidad. «Vengo dos veces a la semana, para atender los dos turnos de comidas al mediodía», explica este joven de 24 años nacido en Pontevedra aunque ferrolano de corazón, porque lleva viviendo aquí toda su vida.

Este graduado en Derecho explica que fueron varios factores los que le llevaron a hacerse voluntario. Por un lado, su ex pareja trabajaba en el campo de la enfermería a domicilio, lo que le hizo ser más sensible a los devastadores efectos de la pandemia. Y por otra parte, a causa de la la crisis sanitaria perdió su empleo en el sector hostelero, donde trabajaba con el objetivo de ahorrar dinero para cursar un máster en Abogacía (ya tiene otro en Derecho Penal). «Al quedarme sin trabajo, estaba en casa, sin hacer nada, y pensé que podía hacer algo para ayudar», explica. Sin dudarlo, acudió a la Cocina Económica porque es una entidad que conoce «de toda la vida». Cuenta que le sorprendió la calidad y variedad de los menús y destaca el trato con los usuarios: «Da gusto trabajar aquí, porque todos son muy educados y agradecidos». Por eso, mientras sus obligaciones laborales o estudiantiles no se lo impidan, seguirá arrimando el hombro en el comedor de Rubalcava.

La Voz de Galicia

 

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